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Máquinas de guerra, alimentadas con el sudor y el consuelo de unas migajas de moneda..

Máquinas de hambre que sustentan su carencia con brillos de esperanza, máquinas de carne y dolor que vagan con la gloria de un pasado mejor y el cerebro en automático.

Somos autómatas al servicio de aquello incapaz de mirarnos a los ojos.

Dioses de acero y sueños rotos consumiendo el recurso más grande de la humanidad: el alma La libertad de lo ruin y cotidiano, viene en paquetes de amor propio y sueños con fundamentos de meta.