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Es un recordatorio cósmico de que incluso en la noche más remota del universo, la empatía puede florecer como una flor estelar , luminosa e inesperada.

La conexión no conoce especie, ni tamaño, sólo necesidad. Y en ese momento suspendido entre planetas, el acompañamiento se vuelve un acto sagrado.

Porque en la inmensidad, el más leve contacto puede salvarnos del abismo.

 

¡NO ESTÁS SOLX, HERMANX!